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Las Vulnerables

Hoy le daba vueltas al tema de la vulnerabilidad como herramienta para gestionar la fuerza, la valentía y la tolerancia.

Las gordas solemos ser vulnerables, la vergüenza nos desconecta, nos paraliza. Es sencillo de entender, vivimos en un mundo que señala, que culpabiliza, que toma una parte por el todo, que suele asociar conceptos negativos sobre aquellos que vivimos dentro de un envase grande. Esto es un hecho. Y a menudo nuestra sensibilidad frente al entorno se agudiza al extremo. Somos más permeables a los agravios.

Frente a toda esta carga emocional, dialéctica y moral, muchas gordas optan por el silencio, la reclusión y la discreción. Lógico, levantamos altos muros para salvarnos, para evitar apreciar los ultrajes.

Podría decirse que es un casi un acto reflejo, acción-reacción. Si me agreden, me cierro, bloqueo, me aislo.Y sin duda no podría reprochar ese instinto de autoprotección.

Sin embargo, mi cabeza que se ha echado a rodar cuesta abajo y sin frenos me grita sin dudarlo y sin pausa, que la vulnerabilidad es precisamente el meollo, la madre de todas las cosas, y exactamente eso lo que nos hace más hermosos, más necesarios, más conectados con las personas.

Justo cuando aprendemos a encauzar y administrar nuestras heridas, es cuando más fuertes y genuinos nos hacemos. El humor es un buen cauce para desarmar las dolencias. La reflexión, la valentía, la serenidad, los afectos, son otras de la patas sobre las que asentar las dolencias para asimilarlas y proseguir.

Quizás este estado de mutismo en el que vivimos tampoco sea el mejor para superar los escollos, deberíamos empezar a explicarnos, que se oigan voces disonantes frente al discurso generalista de los cuerpos. No somos culpables de vivir en el cuerpo que tenemos, pero sí podemos levantarnos , saludar, y proseguir día a día reivindicándonos hasta cambiar desde la normalidad lo que otras mentes prejuiciosas piensan sobre la gordura.

Dejemos de ser invisibles y discretas, de agachar la cabeza, de sentirnos feas frente al espejo. Dejemos de luchar contra lo que somos. La aceptación es un camino largo pero también poderoso.

Mis lorzas dicen mucho sobre la mujer que soy. Cómo las visto, las muestro o las defiendo es mi manera de enfrentarme al mundo, a la sociedad que me rodea.

Frente a un entorno ideológico que convierte lo cierto en incierto, que transforma el humor en ultraje, que compite en perfección no en excelencia, y que promueve la insensibilidad o el engaño.

Yo opto por ver y ser vista, por amar y ser amada incondicionalmente, por estimar y ser correspondida.... Y decirme siempre , siempre, que soy suficiente.

Imagen: Isabel Chiara

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