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De los "fofisanos" y otras lorzas

Hoy conversábamos sobre la nueva moda para hombres, llegada de los Estados Unidos, llamada los "fofisanos". Ese hombre con panzita, alejado de los cánones de metrosexual con tableta arrebatadora.

De repente, un cuerpo masculino normal, liberado del yugo de lo estandarizado es sexy, es cool, es tendencia. Y se lanza a los medios, al papel cuché, con la intención de ser aceptada y seguida por millones de hombres sin pudor y sin complejo.

Por supuesto, nos alegramos que la diversidad corporal salga del oscurantismo, que nuestros amigos, amantes y compañeros también se suban al carro de la no vergüenza, a pesar de la aparente frivolidad de una simple moda.

Pero, como en otros tantos ámbitos, las buenas intenciones no son suficientes. Mientras que tratamos con benevolencia los michelines masculinos, a las mujeres se nos sigue calificando y cosificando en función de nuestros kilos.

Nosotras no somos fofisanas, somos GORDAS (en el mal sentido de la palabra gorda), o nos hemos echado a perder, o hemos parido, o somos demasiado vagas, demasiado insanas.

La mirada escrutadora y crítica sobre las tipologías físicas femeninas tiene mucho que ver con la posición social e ideológica que ocupamos, tiene que ver con el sistema patriarcal, con el machismo, con nuestro activismo personal y grupal.

Aunque pueda parecerlo, no es un asunto baladí. No se trata estrictamente de un aspecto estético, impuesto por el devenir del tiempo y por una simple cadencia histórica. No. Es un ejercicio ideológico, de intencionada voluntad, una ramificación,en ocasiones inconsciente, de sometimiento ante el poder establecido...siempre se nos ha reducido a ser unos hermosos floreros. Floreros esbeltos o sanos, o aparentemente saludables. Sólo eso.

Y por eso mismo, yo me niego.

Me niego a contribuir.

Me niego a conformarme.

Me niego a ayudar a perpetuar aunque sólo sea estéticamente con lo que se supone que debe ser una mujer.

Quizás ahora me entenderéis: Ser gorda es más que la abundancia de carnes. Es un posicionamiento moral. Es una actitud. Es apropiarse del espacio para hacerlo propio, a mi libre albedrío. Soy gorda por físico y como doctrina.

Y sí, yo hago apología de la diversidad. Sí, soy culpable.

Culpable de apoyar, alentar y fomentar la lorza.

Culpable de defender mi estructura ósea y carnal, como ejemplo, como arquetipo, como canon.

Soy culpable, sí, de apostar por la rebeldía como camino para el empoderamiento y la libertad personal. Sí, soy culpable.

Culpable de acaparar todas las letras: GORDA.

Porque la gorda que soy , la que eres tú, la que es mi amiga, la gorda con la que me cruzo en las aceras, no es una moda, ni una tendencia, es un símbolo de la sociedad a la que aspiro.

Imagen: Vivian Maier

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