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Tóxicos y dudas...Ellas lo llaman aceptación

Vaya por adelantado que me ofusco a menudo, que tiendo a cuestionarme, a pensar en alto cuando las dudas me asaltan sin remisión ni escapatoria y que me lanzo a la escritura como un galgo a su liebre con la esperanza de desenredarme las ideas y los achaques.

Hace ya algunos días que me ronda el tema de las argucias y engañifas en los mensajes de las nuevas gurús de la aceptación corporal.

Qué puedo decir, en el fondo de mi mente, todo este embalaje prometedor y enfervorizante se me presenta como simples juegos malabares, florituras para entretener a las bobas bien pensantes, entre las que me incluyo, por supuesto.

Confieso que con demasiada frecuencia me siento como la protagonista de los dibujos de Kara Passey: No volveré a disfrutar nada tranquilamente!!!!!!!

¿Pero acaso es posible? ¿Podemos abrir los ojos al mundo del empoderamiento y la libertad personal sin acabar en el sumidero de la crítica constante?

La respuesta es obvia. No se puede pasar de puntillas por la vida, y menos por nuestras lorzas, porque en este punto el ser y el estar, tan bien compartimentados en nuestro rico léxico, se mezclan, se mixturan , se emulsionan en uno sólo: Estoy gorda y soy gorda, o viceversa.

Por lo que un mensaje torticero, mal entendido o ,peor aún, mal enfocado es una traición a lo que soy ,a cómo estoy en el mundo y a lo que quiero llegar a ser.

Escribía Larie Penny en un artículo del The Guardian algo así como que el miedo al cuerpo de las mujeres es el miedo a su poder. Y que por tanto ,ese odio al cuerpo es absolutamente político. Y tiene toda la razón. La construcción de la conciencia colectiva sobre los estándares corporales no es más que un intento de enjaulamiento ideológico del poder femenino...y por esa razón mi cerebro implosiona en cada ocasión en la que desde las propias filas del activismo de la gordura cometen el error de engañarme, de justificar veladamente el patriarcado o venderme el movimiento de “cuerpos positivos” o "aceptación corporal" envuelto en un hermoso y rollizo lazo de prejuicios y vergüenza. Más de lo mismo pero con mejor melodía, ya me entendéis, hacerse un Karl Lagerfeld feminista con sus hordas de esqueletos enfundadas en Chanel....(pedorreta!!!)

Frente a toda esta esquizofrenia de mensajes e infraestructuras para la confusión , mi método ,no sé si equivocado o no, es comenzar por preguntarme: ¿Por qué?

¿De dónde vienen nuestras ideas sobre el cuerpo? ¿Cómo aparecen, de dónde manan y cómo nos asisten en el día a día? ¿Por qué pienso lo que pienso sobre mi imagen?

Quizás , así, evite más a menudo caer en la trampa de la inercia colectiva, de la tontuna de salvarnos la vida sin haber socavado las raíces del sometimiento moral, sin haber entendido que ser diferente nunca es un estigma, es una identidad.

Pero éste siempre suele ser el comienzo de la batalla por mi claridad mental:

¿Se puede luchar por la normalidad desde los márgenes? ¿Se puede dinamitar el estado de excepción estética en la que vivimos aniquilándolo? ¿O debemos aspirar a incluirnos? ¿Queremos ser las nuevas "it girls" con sobrepeso o pretendemos erradicarlas? ¿La visibilidad pasa por adherirnos a las ruedas de la moda o es un simple anacronismo?

Es sabido que partimos siempre desde la fragilidad y la inseguridad de años en la dictadura de la normalidad corporal, y que el empoderamiento es un ejercicio solitario y de largo recorrido. Así que me pregunto si somos poseedoras de los recursos suficientes para combatir y quebrar los estándares sin interiorizar dilemas tales como la belleza , la inclusión o la identidad.

¿Puede existir la revolución de los cuerpos sin patrones sin reflexión o debate? ¿Es factible la convivencia entre el discurso mercantilista-integrador y el rupturista-diferenciador ? ¿Son compatibles o antagónicos?

Y al final de mis incógnitas ,aún huérfanas en respuestas que no en afinidades, siempre acaba resonando aquello de “ viejas formas no abrirán nuevas puertas”

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