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Antes bebo colonia que ponerme a dieta

Parece inevitable ser gorda y acabar hablando de dietas y comida saludable. No porque queramos especialmente, sino porque algunos cerriles creen que nuestras lorzas son una invitación para darnos lecciones sobre lo que deberíamos ser, hacer y comer.

Lo cierto es que no hay cosa que me hastíe más que la temática del adelgazamiento, los estados saludables, las recetas bajas en calorías y el deporte de mantenimiento para orondas.

Para ser justa he de confesar que en mi vida he hecho una dieta. Jamás. Soy anti dietas, anti-monsergas sobre la salud, operaciones bikini y similares. Me niego y me he negado siempre.

Hace ya algunos años, cansada de las presiones familiares, me resigné a visitar al endocrino y soportar con todo el estoicismo del mundo, la larga y tediosa chapa sobre mi sobrepeso, la necesidad de una vida menos sedentaria , más regulada y por supuesto menos cargada de kilos.

Por aquel entonces yo recibía clases de ballet y de flamenco en una academia, iba a clases de bailes regionales y estaba en un grupo de natación, pero evidentemente estos detalles fueron despreciados y puestos en sospecha.

Admito que mi indignación alcanzó cotas insospechadas para una muchacha todavía inocente y poco concienciada en estas lides del activismo gordo. Y supongo que por educación o sobredosis de culpabilidad, mis labios fueron incapaces de verbalizar todos los exabruptos que brotaban en mi joven cabeza.

Silenciosa y enfurecida pasé la fase de examen físico, análisis de sangre y demás test sobre masa corporal y estado de salud. Y cuando llegó el momento de recibir los resultados, y volver a casa con una bronca y un estricto conjunto de alimentos prohibidos para mi paladar. El médico, muy sorprendido , me dijo: “Bueno, (pausa circunspecta...que te hace pensar que estás al borde de la muerte) tengo que decirte que puedes enmarcar tus análisis y las pruebas físicas....”

Por supuesto, automáticamente, mi cerebro se desconectó del hilo argumental y sólo pensaba: “estoy sana, muy sana, por qué tengo que dejar de comer?”

Aquel día, de regreso a casa, con un libreto y una dieta estandarizada de no recuerdo cuantas calorías, le dije a mi madre: “He soportado todo esto por vosotros, pero estoy sana, así que no volveremos a hablar de dietas. No voy a hacerla.”

La lista de alimentos y calorías estuvo colgada, durante años, de un imán en la nevera. Pero jamás volvieron a decirme que dejara de comer esto o lo otro. Nunca volvimos a hablar de dietas. Y yo crecí, como cualquier otra muchacha de mi época a base de potajes de la abuela, de dieta mediterránea, y buen pulpo gallego.

Yo soy de las gordas que comen bien. Mi sobrepeso no es achacable a nada ajeno. No son mis hormonas, ni mis glándulas, ni las hamburguesas de Mcdonals...Yo soy gorda porque me gusta comer. Y comer bien, ordenada y abundantemente.

No pongo excusas a mis lorzas.

Realmente me incomodan las perspectivas genéricas que se muestran en las revistas, incluyendo aquellas que supuestamente nos atañen. Básicamente porque ,por sistema, estamos bombardeadas con esos millones de mensajes torticeros de la industria dietética, que bastante daño nos ha hecho como colectivo, y mi reacción visceral trata siempre de alejar cualquier tipo de mensaje o correlación entre mis lorzas, mi estilo de vida y nada que tenga que ver con la moralina de la dieta y la salud. Y por supuesto y por principios, veo necesaria la preservación del estatus de gorda por encima ,y alejada, de las letanías que supuestamente se nos atribuyen.

No quiero que me aleccionen , que me relaten los beneficios de la ensalada baja en calorías más apañada para no parecer grande este verano. No quiero que me reten a probar el dulce más chispeante y anodino de la gastronomía para gordas acomplejadas, ni el zumo más efectivo para reducir cartucheras....son plamplinas para pusilánimes, la trampa con buena intención para mantenernos en la vergüenza.

Los alimentos y las dietas saludables no son un tema implícito e intrínseco a los problemas, favores, ventajas u obstáculos a los que nos enfrentamos las gordas . No somos una patología a remediar. No somos un broma del destino, un error en reparación a través de la abnegación, el voluntarismo y los alimentos hipocalóricos.

Somos gordas, no estúpidas.

Así que no intenten aleccionarme por mi bien, ni aconsejarme, ni enviarme directa al médico, el gimnasio, al herbolario o a la dieta más eficaz para sacar la delgada que vive dentro de mi, porque NO EXISTE.

Soy gorda, y probablemente seguiré siéndolo. Y no necesito padrinos, ni consejeros vendidos al mercado, al patriarcado y a la dictadura de los estándares contemporáneos.

Sólo quiero vivir con lo que soy, con cómo soy, empoderada, libre y rebelde. Y a la mierda con las dietas!!!!

Imagen: Vivi Ennui

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